Maria Fushima {ID}

Edad: 19

Raza: Humano

Rango: Sacerdotisa

Orientación Sexual: Bisexual  

Estado Sentimental: Soltera

Maria es una chica de cabellos azulados de tamaño considerable. Que es lo que le va llamando la atención a la gente, no solo por su tamaño, si te das cuenta por la noche le brilla el pelo, por eso se le puede ver desde lejos, menos por el día. Mide 1´56 y pesa 47k. Es una chica de piel blanca, por eso, al sonrojarse, que lo suele hacer habitualmente, se le nota mucho. Sus ojos son del mismo tono del color de su pelo.
No le gusta maquillarse, si eso, en un día especial se pinta los labios. Suele vestir con una camiseta blanca de botones acompañada de una falda.

Maria es una chica alegre, por lo que siempre se le puede ver una sonrisa en su cara. Es una chica muy positiva, aunque inocente y tranquila. Es tímida por lo que a veces le cuesta relacionarse con la gente, pero si la llegas a conocer podrás ver que es cariñosa y fiel. Por el término de fiel, me refiero a que siempre esa dispuesta a ayudar a sus amigos compañeros, ella simplemente lo daría todo.
Es muy impaciente por lo que no le gusta llegar tarde a ningún sitio o esperar por alguien demasiado tiempo. También se suele dejar llevar por su sentidos, lo que suele llevarla a problemas.
Es una simple chica con unos sueños con los que cargará y querrá cumplir.

Cuando Maria era pequeña tenía una vida feliz y tranquila, sin ninguna preocupación. No tuvo ni un día en lo que lo pasara mal. Tenía una madre y un padre. Ambos llegaban de trabajo, dejando a su hija al cuidado de una canguro. Ellos llegaban a una hora perfecta, podían pasar horas disfrutando de su hija. Les pagaban una cantidad considerable, con lo que podían permitirse una casa muy simple, con muebles, con la comida perfecta con la que alimentarse y una canguro para su hija.
Yo veía la televisión cuando me aburría y siempre acababa encontrando una película de un niño que lo pasaba mal por cualquier razón, ere frecuente de que fuera por pobreza o por que uno de sus familiares morían. En mi calle no era raro ver gente pidiendo limosna. Yo siempre me preguntaba, ¿por qué yo vivo tan bien y ellos?, y siempre acababa preguntándole a mis padres o a mi profesora, y ellos siempre me contestaban con un simple, ¨ellos no tienen la misma suerte que tú, Maria¨. ¡Yo podía compartir esa suerte con todos!, pero nunca supe como.
Un día decidí salir a la terraza y ver como nevaba. Siempre me había gustado la nieva, y más el frió. Yo me abrigue con una bufanda y puse mis manos entre la barandilla de seguridad que había por si un día me caía accidentalmente.
Pude ver a un niño casi de mi edad, estaba molestando a un perro callejero y eso no me gustaba. Me gire para ver como roncaba mi canguro. Pude ver las llaves sobre una mesa no muy alta. Tenía aproximadamente unos siete años y ya me había escapado varias veces de la vista de la irresponsable de mi canguro. Cogí las llaves y dispuesta a abrir la puerta con sumo cuidado, pero algo me hizo frenarme. Oí unos gritos de afuera, yo reconocí la voz, era la persona con la que siempre que me escapaba iba a pasar el rato, era la persona a la que más apreciaba de toda mi vida, era el señor que me dejaba quedar en su tienda. Era un anciano de unos 76 años que tenía una tienda de golosinas y galletas. Me gustaba pasar el rato allí, podía ayudarle a hacer galletas y atender a algunos clientes. A la vez de pasármelo bien en aquel lugar aprendía a la misma vez.
Me asome a la terraza, el niño que molestaba al pobre animal salía corriendo, el anciano me miro y sonrió, recogió al animal en sus brazos y lo llevo a la tienda. Con esa sonrisa sabía que iba a adoptar al perro, yo siempre quise una mascota. Ahora podía aprender a  cuidar a una mascota. Deje las llaves en la mesa y pude oír la puerta principal de mi casa, vi el reloj de mi cuarto y vi la hora. Eran las tres y media, era la hora en que llegaban mis padres. Salí del cuarto sin despertar a la canguro, pero igualmente acabó despertándose por el portazo que dio mi padre a la puerta.
-Cariño encárgate de Maria, yo voy a preparar las maletas.
Yo estaba en las escaleras y mi madre me miraba con una sonrisa. Ella asintió a la orden de mi padre yo no sabía que estaba pasando, ¿por qué mi padre iba a hacer las maletas?. Mi madre subió las escaleras y me abrazó. Ella me miro fijamente a los ojos y se alejó de mi. Entro en mi cuarto y como si nada despidió a mi canguro. Yo no me puse triste  ya que aquella mujer me caía mal. Ella se despidió de mi madre, por el rostro de su cara pude ver que ella sabía lo que pasaba. A continuación mi madre sacó la maleta de mi armario y metió toda la ropa que tenía.
-Maria coge esa otra maleta del suelo y mete tus objetos más preciados que tengas, la ropa ya esta en esta, solo mete tus juguetes en esa.
Ella se fue del cuarto y yo me quede asombrada por lo que me dijo, ¿nos íbamos?,¿a dónde?. Mi padre pegó un grito diciendo de que ya estaba listo y mi madre me cogió del brazo y a la maleta que me preparó. Yo con la otra mano cogí la maleta que prepare yo misma. Baje las escaleras y mi madre me metió en el coche. El anciano al que tanto amaba estaba fuera, sentado en una silla, como siempre hacía a esa hora, el perro que había rescatado antes estaba al lado suyo, durmiendo tranquilamente. El me sonrió y se despidió de mi con la mano izquierda. Mi padre y mi madre se metieron en el coche al terminar de guardar las cuatro maletas. Arrancaron el coche y se fueron rápidamente. Yo me giré y me despedí del anciano, sabía que no iba a volver. Mi madre me regaño por estar mal colocada en el coche. Al darme la vuelta le pregunte a mi madre a donde iba y ella me contestó con un nombre que no conocía, ¨Midnight city¨.
Ya me había pasado algo malo en mi vida y no estaba contenta de ello. No iba a deprimirme y a enfadarme con mis padres, si lo hacían era por algo. Por eso siempre he querido hacer feliz a todo el mundo que me rodea.

Al ser humana no posee ninguna habilidad, pero tiene una agilidad impresionable.