Una noche oscura {libre}

Oscuridad, por todas partes, era lo único que podía ver. El sol se escondía detrás de las nubes, más de lo normal comparado con otros años. No corría viento, sino una simple brisa parecida a las de verano. Mi abuelo me pidió cuidar el templo y hacer limpieza en el, no podía irme hasta acabar con mis tareas.
Mi distracción hacía que me retrasará en las tareas y no podía evitar mirar el reloj de mi mano y pensar, ¨no voy a acabar nunca¨. No iba a llegar a casa nunca a ese paso y no podía quedarme a dormir en el templo, bueno..., en realidad no quería dormir allí.
Mientras quitaba las malas hierbas de un pequeño jardín, que había detrás del templo, pude oír una ráfaga de viento que se dirigía hacia a mi y, no era una simple brisa. El tiempo empeoraba y eso se podía sentir. Cuando la ráfaga me dio en toda la cara, caí hacia atrás con hierbajos en mis manos. Empecé a tener frío y decidí ir a por un abrigo.
Mis abuelos se habían ido de viaje y yo tenía que cuidar ese templo por una semana, así que pensé dejar las hierbas para otro día y limpiar el templo por dentro. No podía quedarme allí toda la eternidad viendo como empeoraba el tiempo. Agarré la escoba con fuerza y empecé a barrer a una velocidad rápida. El suelo era de madera y hacía ruido cada vez que pisaba en el.
Después de tres horas de trabajo decidí irme a casa y seguir mañana. Me hice una coleta, para que cuando me diera el viento, el pelo no se me pusiera delante de la cara. Lo menos que quería era caerme por un barranco del bosque. Baje las escaleras del templo adentrándome en el bosque. Fije mi mirada en la luna, no había ninguna estrella cerca de ella como los días anteriores. La única luz que iluminaba el oscuro camino del bosque era mi linterna y la luna. Mordí mi labio con rabia al ver que era tarde y no me gustaba caminar sola por los bosques cuando no había nadie. Sabía que no habían animales salvajes por allí, pero precisamente eso no me asustaba.
No paraba de pisar ramas pequeñas que se caían de los árboles, los charcos se habían secado días antes y el viento me daba en la espalda, era una zona de mi cuerpo donde solía darme más frío. Pude ver algunos búhos volar encima mio, me daban escalofríos con solo pensar que podía tropezarme con alguna raíz de árbol y caer rodando al rió que había debajo mió.
La linterna empezó a fallar, la luz se apagaba y volvía. Yo empecé a darle unos golpecitos flojos para  que no se me rompiera. Al instante, recordé que se me olvido coger pilas por si ocurría esto. Me maldije a  mi misma y la linterna en el bolso que llevaba puesto en el brazo derecho. Me puse firme y fije mis ojos en el suelo. Cada dos por tres se me iba la vista. Me dolía la cabeza, pero prefería eso a que me cayera en el rió. Mis pasos eran firmes aunque al rato empezaron a ir mas lentos, decidí descansar varios minutos. Mire el reloj, pero recordé que no tenía linterna y la luz de la luna no me ayudaba mucho en aquel bosque.
-¡Ahhh!, ¿por qué todo me tiene que pasar a mi?
Durante aquellos cinco minutos solo oía el rió y a animales nocturnos que iban en busca de comida. Me incline hacia delante , con el codo en mi rodilla y sujetando la barbilla con la mano. Cerré los ojos y resople de desesperación. Me entró un escalofrío, otra vez, al oír un ruido detrás mio. Era una pisada sobre una rama pequeña y pude ver una sombra. Se me heló la sangre, pensé que estaba sola en aquella zona del bosque, pero me había equivocado al parecer. En ese instante hubiera preferido quedarme en el templo, aunque tuviera que dormir en el suelo frío, viejo y ruidoso. Empecé a rogar a los dioses en mi cabeza, miles de ideas se me pasaban por la cabeza, una de ellas era salir corriendo, pero otro pensamiento me decía que si hacia eso me caería accidentalmente en el rió. Las manos empezaron a temblar al igual que mis pies. Me levante de la piedra y me puse en pie, rápidamente dirigí mi mano hacía mi bolso sacando la linterna pesada. ¨Esto es culpa de la noche por ser tan oscura estos días. No, es mi culpa por no quedarme en el templo.¨. Oí un cuervo detrás mi´´o y grite del susto. Me puse firme y decidí hablar. Me quede sin voz por el medio pero pude controlarme un poco. ¿Qui-qui-en eres?¡No m-me ha-ha-gas da-ño por-por favor!Las lágrimas se escapaban de mis ojos, mi cuerpo temblaba y mis mejillas se pusieron rosas tirando para un rojo.